jueves, 22 de diciembre de 2011

Meditación: Una oración respondida...


Difícil prueba cuando lo que debe salir bien, según nosotros, sale mal, según nosotros.

El convencimiento de que todo obra para bien para aquellos que aman al Señor, es actitud que se va puliendo, en la medida que las cosas que salen mal, prueban que salen bien.

Las adversidades son pruebas precisas colocadas para medir y ejercitar nuestro amor por Dios y nuestra fe.

La actitud que la fe nos manda es la de recibir con brazos abiertos cada situación adversa en la confianza de que Dios está en control, en todo momento, orquestando los hilos circunstanciales de nuestra existencia, siempre para bien. ¿Quién ha abierto más los brazos que Jesús? ¿Quién ha triunfado más que Jesús?

Mi hijo es un espíritu extraordinario. A nada teme y en todo se arriesga. Buen indicio de que confía en una protección más allá de sus propias fuerzas. Espero. Disfruta lo extremo. Para la bicicleta da luces de talento para piruetas, pero sobre todo pasión para montar.

No sé si ya conté la historia en estas notas, pero aquí va de nuevo. Por mucho tiempo me rogó que lo llevara a las rampas para bicicletas que están al principio del Parque Mirador Sur. Por ese mismo tiempo me negué. No sólo por temor bien fundado a un accidente, pero sobre todo por el ambiente pesado que hemos visto en el lugar cuando pasamos en ruta a casa de mi mamá. Allí se dan cita de metálicos, a góticos, a greñúses de dudoso aspecto y poca higiene.

Entre bicicletas haciendo piruetas que desafían la gravedad, las patinetas volando por los aires, la música metálica a todo volumen y la moda más mamarracha y antihigiénica posible, el lugar da luces de lo peor que se pueda ofrecer, al menos para nuestros parámetros. Perdón por el prejuicio, pero el lugar y los asiduos no me dan otra cosa.

Lo cierto es que un sábado temprano claudiqué. Racionalicé el hecho, es sábado temprano, luego de un viernes de juergas, no deben estar los dudosos habitantes del lugar y los pajaritos del mirador han de estar ambientando con su canto glorioso. Nos fuimos.

Llegamos, y el organizador del lugar, un señor relativamente mayorcito como para andar en esas lides, ya estaba temprano. Los pajaritos andaban con tapones para los oídos y el Heavy Metal campeaba por sus fueros. Otro incauto padre que debió sucumbir al encanto de su extremo hijo estaba en el lugar. Ni modo. Arrancó la monta.

Primero despacio, pero conociendo al expediente, en cinco minutos ya estaba subiendo de arriba abajo las rampas, y a los quince ya estaba saltando de un rampa a otra. Mi corazón quería salirse mientras él estaba en sus aguas.

Mientras lo miraba, oré, y fue algo como: “Señor ¿cómo quitarle esta pasión? No me gusta el lugar, no me gusta el ambiente, este lugar no glorifica tu nombre…” No acabé la secuencia de la oración cuando vino la respuesta, que sin dudas fue celestial: la caída más estrepitosa que estos ojos se que se comerá la tierra hayan visto.

Se le acabó la rampa y con poco impulso. La bicicleta cayó en plomada y él siguió la curva que proyecta un cuerpo en movimiento en el aire, mientras pierde impulso.

Aterrizó con un lado de la cara y el cuerpo contorsionado de manera antinatural, cual atleta del Cirque Du Soleil.

Rompí el record olímpico en los 50 metros planos, llegué en dos zancadas. Aturdido y doliente, el niño lloraba desconsolado, la cara raspada, un chichón en la frente y sangraba por la boca. Aparatoso el encuentro con el piso. Aturdido, pero muy bien orientado sólo decía: “me duele, me duele, yo no vuelvo, yo no vuelvo”.

Sonreí en mis adentros y dije, “¡Gracias Señor!”

No todo lo que sale mal es malo. Y aunque mira las rampas con cierto dejo de nostalgia, no hemos vuelto y sólo me lo pide con una sonrisa pícara, que tiene más de sarcasmo que de anhelo. Aspiro. ¡Gracias Señor! Dios responde de la forma correcta nuestras oraciones, y otorga las adversidades para demostrar que Él está en control, proveyendo los argumentos para aquellos que los necesitan.

Recibir la adversidad con los brazos abiertos es la mejor forma de entregar a Dios el control de nuestra vida. Estoy convencido que aquel aparatoso accidente, fue una oración respondida. De nuevo, ¡Gracias Señor!

Amado Padre de la gloria, bendito y alabado es tu Nombre y el de tu Hijo amado Jesús. Gracias Señor por las enseñanzas aprendidas en la adversidad y por el perfecto control y sentido de tu tiempo en los eventos. Gracias por escuchar mi oración aquel día. Cédenos Señor la sabiduría, la paz y la esperanza que nos permita saber que Tú estas en control de todo cuanto acontece, y que aunque el corazón se duela en medio de la prueba, tu amor sea bálsamo que nos consuele, nos reanime y nos reenfoque en la esperanza única de tu promesa de una vida eterna, en tus atrios, donde no habrá mas dolor, ni rampas, ni caídas aparatosas. ¡Gracias Señor!

¿Recibes la adversidad con brazos abiertos? ¿Es la paz parte de tus adversidades? Dios la provee, búscalo.
Bendiciones

Karel Suazo Rancier

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