lunes, 30 de mayo de 2011

Meditación: La vida en comunidad


Salmo 133

Sobre este tema mucho se ha escrito y enseñado, pero observamos como cada día las personas se van aislando más y más, dejándose arrastrar por el trabajo, que requiere interminables horas y nunca se termina. Hoy en día todos tenemos que batallar para poder disfrutar de un buen tiempo de calidad y cantidad con nuestros familiares y amigos, es por esto que nos vemos en la necesidad de recordarnos a nosotros mismos y a familiares, amigos y hermanos en la fe la importancia que Dios le otorga a estar y vivir en comunidad y unidad.

Desde el principio, en el Génesis, vemos a Dios que está en comunidad, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo (Gén 1:26), no porque tuviera la necesidad de alguien más, sino para dejarnos ejemplo de la necesidad del hombre de estar en comunión con los demás. Cuando crea al hombre, dijo: no es bueno que el hombre esté solo (Gén 2:18) y creó ayuda idónea para él. Después vemos que la historia del hombre se desarrolla en comunidades, pueblos y tribus, y muy rara vez vemos a un hombre en solitario, excepto por mandato divino. La norma es que vivamos en comunidad.

David dice en el Salmo 133 que es es delicioso y bueno habitar en unidad y armonía. Es bueno porque hacemos una buena representación de Dios como Su cuerpo, es bueno y maravilloso porque podemos así cumplir la ley de Cristo de llevar las cargas los unos por los otros y sostener al que ha caído (Gálatas 6). Es necesario porque podemos proclamar a otros lo que Dios está haciendo en nuestras vidas y en la de nuestros semejantes. Es bueno, porque al mostrar amor por la comunidad de cristianos, local y mundial, conocerán que somos hijos de Dios.

Es refrigerio a nuestra alma, porque Dios usa a otras personas para confrontar nuestros pecados y formar la imagen de Dios en nosotros. También utiliza a nuestros hermanos para sacar el foco de nuestras vidas y ocuparnos un poco de los demás. Vivir en comunidad nos provee de un lugar donde podemos venir y pedir oración por nuestros problemas y orar por los demás, es decir, que nos permite presentarnos delante de Dios para ponernos en la brecha por nuestros hermanos. Nos da el beneficio de poder sentirnos amados y queridos por el Padre y por nuestros hermanos.

Es un escape y un aliento para recargar energía, reposar del trajín de trabajo y de la vorágine de este mundo.

Vivir en comunidad no es una opción para el cristiano.

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