lunes, 13 de junio de 2011

Artículo: Qué significa coram Deo?


Recuerdo estar frente a Mamá, con sus manos en la cintura, sus ojos brillando como brasas de fuego y diciéndome con voz estentórea: "Y cual es su idea, jovencito?"

Instintivamente supe que mi madre no me estaba haciendo una pregunta abstracta acerca de alguna teoría. Su pregunta ni siquiera era una pregunta, era una acusación velada. Sus palabras fácilmente podían ser traducidas como: "¿Por qué haces lo que estás haciendo?" Me estaba retando a que yo justificara mi comportamiento con una idea válida. Y yo no tenía ninguna.

Recientemente un amigo me hizo, con toda seriedad, la misma pregunta. Me dijo: "¿Cuál es la idea de la vida cristiana?" Él quería conocer el objetivo último y primordial de la vida cristiana.

Para responder su pregunta, me apoyé en mi prerrogativa de teólogo y utilicé una frase en latín. Le dije: "La idea de la vida cristiana es coram Deo. Coram Deo captura la esencia de la vida cristiana".

Esta frase, literalmente, hace referencia a algo que tiene lugar en presencia de, o ante el rostro de Dios. Vivir coram Deo es vivir la vida en la presencia de Dios, bajo la autoridad de Dios, para gloria de Dios.


Vivir en la presencia de Dios es entender que lo que sea que hagamos y donde sea que lo hagamos, lo hacemos bajo la mirada de Dios. Dios es omnipresente. No hay un lugar tan remoto en el Universo en el que podamos escapar de su mirada penetrante.

Para estar conscientes de la presencia de Dios es necesario estar muy conscientes de Su soberanía. La experiencia de los santos de todas las épocas es el reconocer que si Dios es Dios, entonces Él es realmente soberano. Cuando Saulo se encontró con la gloria refulgente de Cristo resucitado en el camino a Damasco, su pregunta inmediata fue: "¿Quién eres, Señor?" No estaba seguro de quien le estaba hablando, pero sabía que quien quiera que fuera, era soberano sobre él.

Vivir bajo la soberanía divina implica algo más que una sumisión reacia a la soberanía absoluta motivada por el temor al castigo. Implica reconocer que no hay una meta más alta que ofrecer honor a Dios. Nuestras vidas deben ser sacrificio vivo, oblaciones ofrecidas en un espíritu de adoración y de gratitud.

Vivir una vida coram Deo es vivir una vida de integridad. Es una vida de plenitud que encuentra su unidad y coherencia en la majestad de Dios. Una vida fragmentada es una vida de desintegración. Se caracteriza por la incoherencia, la discordia, la confusión, el conflicto, la contradicción y el caos.

El cristiano que divide su vida en dos partes, la religiosa y la no religiosa, ha fallado en captar la idea. La gran idea es que en la vida o todo es religioso o nada es religioso. Dividir la vida entre lo religioso y no religioso es en sí mismo un sacrilegio.

Esto significa que si una persona cumple su vocación como herrero, abogado o ama de casa coram Deo, entonces esa persona hace cada mínima cosa de su trabajo tan religiosamente como lo hace un evangelista que trabaja ganando almas. Esto significa que David era tan religioso cuando obedecía el llamado de Dios siendo pastor como cuando fue ungido con la gracia especial ser rey. Esto significa que Jesús era tan religioso cuando trabajaba en el taller de carpintería de su padre como lo fue en el Jardín de Getsemaní.

Donde hay hombres y mujeres viviendo sus vidas con un patrón de consistencia, hay integridad. Es un patrón que funciona de la misma forma en la iglesia y fuera de la iglesia. Es una vida abierta delante de Dios. Es una vida en la que todo lo que se hace, se hace para el Señor. Es una vida vivida por principios, no por conveniencia; por humildad ante Dios, no por rebeldía. Es una vida vivida bajo la tutela de una conciencia que es cautiva de la Palabra de Dios.

Coram Deo ... ante el rostro de Dios. Esa es la idea. Ante esta idea, nuestras metas y ambiciones personales se convierten en simples bagatelas.


Tomado del blog de Ligonier

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