Nada hay mejor para el hombre que comer y beber y decirse que su trabajo es bueno. Esto también yo he visto que es de la mano de Dios (Eclesiastés 2, 24).
Un trabajo es una cosa fascinante. Un trabajo provee una manera para una persona comprometer habilidades particulares en tareas específicas, de acuerdo a determinados calendarios y programas que procuran la producción de bienes y servicios útiles para otros. Pero si todo lo que vemos en nuestro trabajo es una forma de ganarnos la vida y quizás encontrar una pequeña medida de satisfacción, hemos perdido el punto principal de cómo nuestro trabajo se ajusta al esquema total del trabajo que se nos ha entregado. Los trabajos son importantes –más que lo que podemos reconocer a primera vista.
Porque, ¿de dónde vienen todas esas habilidades? ¿Y los recursos para dirigir esas capacidades hacia los bienes y servicios? ¿De dónde viene el fluido y flujo de la economía, sino de la mano de Dios? Todos los trabajos son un regalo de Dios y un medio mediante el cual, a través de Su amor y fidelidad, El supervisa el encuentro de las necesidades humanas y la satisfacción de los deseos humanos. Esto no quiere decir que todos los trabajos imaginables deben ser reconocidos como sagrados y provenientes de Dios. El no condona el trabajo vinculado a profesiones inmorales como la prostitución, los asesinatos a sueldo, el tráfico de drogas, la provisión de pornografía y otros tantos. Pero los trabajos legítimos que traen el bien a otros y proveen para las necesidades de nuestros vecinos son dados por la mano de Dios. Todas las habilidades para trabajar vienen de El. Todos los recursos que necesitamos para trabajar son provistos por El. Todo el trabajo legítimo contribuye al bien de la sociedad y capacita a otros para trabajar y proveer para sus necesidades. Todo esto es un regalo de Dios; sin embargo, debemos recibir nuestro trabajo como tal y dar gracias y alabar a Dios mientras asumimos nuestros trabajos cada día, cumpliendo de esta manera un rol pequeño, pero significativo en la economía divina.
Cuando entendemos nuestro trabajo de esta forma, como regalo de Dios, nos inspira a hacer nuestro trabajo – no importa cuán insignificante o sofisticado sea- con el más alto grado de bondad y excelencia. Ver el trabajo como un regalo de Dios nos conduce a preocuparnos por aquellos que se beneficiarán de nuestro trabajo y nos llena con un sentido de gratitud y plenitud hacia el trabajo bien hecho. El trabajo es un regalo y cuando lo recibimos como tal y trabajamos de acuerdo a los méritos del Dador, traemos gloria a Dios en nuestros trabajos.
Reflexione:
- Medita en Colosenses 3, 23-24. ¿Se incluye nuestros trabajos? ¿Qué significa hacer todo para Dios y no para los hombres?
- ¿Qué diferencia quedará marcada en tu trabajo si lo haces con una actitud de alabanza y gratitud en todo tiempo?
- Lee Exodo 31:1-16. Haz una lista de todas las cosas que Dios le entregó a Bezaleel y Aholiab para que ellos pudieran cumplir el trabajo que se les había asignado.
- Ahora haz una lista de todas las cosas que Dios te ha dado para capacitarte en la realización del trabajo entregado. ¿Le has agradecido a Dios recientemente por esos regalos?
- Los “regalos” que Dios nos ha dado para nuestro trabajo son como herramientas que debemos usar en un jardín. ¿Cuáles son algunas de las cosas que una persona debe saber y hacer para sacar el máximo de cada herramienta diferente?
- ¿Hasta qué punto estás consciente de que tu trabajo es un regalo de Dios?
Tomado de: View Point. T.M. Moore. Break Point Ministries www.wilberforceproject.com
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