Porque ¿quién te distingue? ¿Qué tienes que no recibiste? Y si lo recibiste, ¿por qué te jactas como si no lo hubieras recibido? (1 Corintios 4, 7)
La Escritura enseña que todo bien y don perfecto viene hacia nosotros de parte de nuestro Padre celestial. Estos buenos dones incluyen nuestro trabajo, como hemos visto. Y, como cada buen regalo, deseamos hacernos cargo de esos que recibimos, usándolos con una visión de honrar a Aquel que los entregó por nosotros. Asimismo, nuestras vidas son llenadas con otros buenos y excelentes dones por parte de Dios y se nos llama a ser buenos mayordomos sobre ellos, usándolos, de alguna manera, para honrar al Dador de cada don bueno y perfecto. Ejercer la buena mayordomía sobre todos los dones que Dios nos ha dado nos toma tiempo, energía y cuidado – en otras palabras, trabajo. Un trabajo de mayordomía se nos ha confiado con respecto a todos los buenos dones que recibimos de parte del Señor. Como los talentos en la parábola de Jesús, Dios nos da a nosotros dones buenos y perfectos para que así tengamos que trabajar duro para usarlos, trayéndole honor y gloria a Su Nombre (Mateo 25:14-30; Juan 17:4).
¿Qué está incluido en este trabajo de mayordomía? Bueno, primero que todo, nuestros cuerpos y la salud que debemos preservar. Dios no es indiferente a las cosas que comemos y bebemos y cómo. Ciertamente, tenemos instrucciones específicas del Apóstol Pablo de usar nuestra comida y bebida como maneras de glorificar a Dios (1 Cor. 10:31). Segundo, nuestras posesiones materiales – nuestra casa y nuestros carros, ropas, herramientas, artículos personales, computadoras, televisores y la lista continúa. Dios nos permite tener esas cosas y El no es indiferente con respecto a cómo las usamos o la manera en que las cuidamos. Existe un libro titulado “La Casa como un Espejo del Yo”. El autor argumenta que todo acerca de nuestros hogares tiene significado y dice algo acerca de quienes somos y qué es importante para nosotros. ¿Qué dice la forma en que está ordenada tu casa acerca de tus convicciones? ¿Los libros en tus estantes? ¿El uso que tú haces de la televisión? ¿Cuán limpia mantienes tu vivienda? ¿La hospitalidad que muestras a otros?
Más allá de todo esto, tenemos una mayordomía de la riqueza –el dinero que ganamos. ¿Honramos al Señor con nuestro dinero, dando nuestros diezmos y ofrendas, ahorrando para el futuro y rehusando echar las perlas de nuestras billeteras al despliegue comercial que nos brinda la publicidad? Necesitamos tomar la palabra mayordomía tan seriamente como el trabajo que tenemos que desarrollar en nuestras oficinas, porque en cada caso el potencial de hacer bien a otros y traerle la Gloria a Dios es real y grandioso. Y con todo esto existe una mayordomía del tiempo –sacar el máximo de cada momento para traerle honor y gloria al Señor (Efesios 5:15-17; Salmo 90:12, 16, 17). Claramente, necesitamos trabajar duro en nuestra mayordomía de los buenos regalos de Dios, si esperamos glorificarle a El en el trabajo que se nos ha entregado.
Reflexione:
- Medita en Efesios 5: 15-17. Haz una lista de todas las “oportunidades” para glorificar a Dios que se te ha dado en la semana.
- De acuerdo a Efesios 5:15-17, si no sacamos el máximo partido de estas oportunidades de traerle gloria a Dios, ¿qué les sucederá a esas oportunidades? ¿En qué nos convierte a nosotros?
- En la parábola de los talentos (Mateo 25:14-30), ¿están algunos de los dones entregados por Dios a ti todavía envueltos en servilletas y enterrados? Explicar.
Tomado de: View Point. T.M. Moore. Break Point Ministries www.wilberforceproject.com
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