En esta ocasión el Señor nos habló a través de nuestro hermano Pepe utilizando dos textos del libro de Jeremías, uno en el capítulo 11, versículos 2 al 8 y mas adelante con una ilustración en Jeremías 13:1-11.
En un primer momento somos introducidos al texto, mostrándonos la existencia de un Dios real que está cerca y que nos habla de manera directa. Un Dios que a pesar de nuestro pecado va al encuentro de nosotros y anhela que le busquemos. Como ejemplos vivos de esto tenemos las vidas de Abraham y Moisés en el Antiguo Testamento y de Pablo en el Nuevo, el cual este último fue interceptado por Dios mismo, de camino a Damasco con todos los poderes de apresar a los cristianos.
De la misma forma, cada uno de nosotros fuimos interceptados por el Señor en algún momento y a partir de entonces comenzamos una nueva perspectiva, porque la realidad es que mi vida espiritual depende de mi relación con Dios y no de los instrumentos espirituales que use.
Esto nos lleva a una primera enseñanza, como pueblo cometemos el error muchas veces de creer que crecemos producto del tiempo que pasamos en la iglesia, pero esto no refleja necesariamente nuestro crecimiento espiritual. Lo verdaderamente importante es distancia no tiempo; es decir la distancia que mantenemos entre nosotros y Dios está perfectamente correlacionada con mi vida espiritual. A mayor acercamiento mejor vida espiritual, del mismo modo a mayor distanciamiento peor mi vida espiritual “...separados de mi nada podéis hacer” dice Su Palabra.
En el versículo 4 el Señor nos manda a escuchar Su voz "Escuchad mi voz, y haced conforme a todo lo que yo os mando; y vosotros seréis mi pueblo, y yo seré vuestro Dios". No habla de saberse los mandamientos y la ley a cabalidad, sino de escucharle, de mantener una comunicación estrecha con El. El pueblo de Dios en aquella época pensaba que no escucharle y no inclinar su oído a El no iba a tener implicaciones, las bendiciones iban a continuar fluyendo, sin embargo, aquí tenemos una segunda enseñanza práctica y es que el pueblo que se separa de Dios queda sujeto a su pasado y éste le presiona para llevarlo a lo mas profundo, se desliza en una espiral de destrucción y violencia que nos afecta no sólo a nivel personal sino también de nuestro entorno, puesto que los intereses del Señor dejan de ser nuestro intereses.
En una segunda parte del mensaje se nos ilustra cómo el Señor manda a Jeremías a comprarse un “cinturón de lino” (probablemente mas relacionado con una prenda de ropa interior) y le manda a esconderlo bajo una peña cercana al río Eufrates. Al cabo de varios días de estar dicha prenda bajo la peña, el Señor manda a Jeremías a buscar la prenda y éste la encuentra totalmente podrida e inutilizable.
Esta ilustración nos indica que igual que para Dios Judá y Jerusalen solo tenían valor cerca de Dios, nosotros también sólo tenemos valor cuando tenemos una comunión íntima con El. No importa cuan excelente sean las cosas que hagamos, si estamos separados de El nada podemos hacer.
Para Dios somos como esta prenda, no se comparte, es íntima; así mismo Dios nos quiere para El sólo por pueblo, por renombre, por alabanza y por gloria.
Debemos recordar que lo que hacemos visiblemente para Dios debe ser el resultado de mi relación íntima con Dios.
Finalmente, ante la terquedad del pueblo de Dios, Jeremías persiste en pedirle a Dios que no los abandone, El es el Dios que da la esperanza y que prometió no abandonarlos sino permanecer con ellos todos los días de su vida.
De la misma manera, así somos nosotros hoy en día, un pueblo que nos soltamos de la “mano” de Dios, nos alejamos de El y luego clamamos a El reclamándole mayor fidelidad como si Dios fuera un forastero que pasa por nuestras vidas sin pena ni gloria que no permanece o como un guerrero que lucha por nosotros las batallas pero no las gana.
En conclusión, si queremos realmente conocer nuestro estado espiritual, revisemos el grado de intimidad de nuestra comunión con Dios así como nuestro entorno: ¿está mi vida deslizándose en la espiral de pecado o trayéndole gloria a Dios?
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