domingo, 5 de julio de 2009

Una paradoja


En 1 Corintios 15:10 aparece una gran paradoja: "Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para conmigo, antes he trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo". Son el poder y la gracia de Dios que obran dentro de nosotros los que desarrollan plenamente nuestro carácter. Sin embargo, también es una decisión consciente que tomamos de poner nuestra mente, corazón y actos en sintonía con la voluntad de Dios.

Nuestro carácter es una posesión demasiado valiosa, que debemos proteger a toda costa. Nunca lo debemos poner en venta.

Hebreos 4:13 dice: "Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta". Dios lo conoce a usted por dentro y por fuera. Conoce sus pensamientos y sentimientos secretos, sus sueños y aspiraciones. Conoce a qué le es leal y dónde es que sus debilidades le hacen tropezar. Lo observa mientras se relaciona con su pueblo y reacciona ante las circunstancias. Lo mira para ver si es digno de confianza y fiel. Es mucho lo que El puede hacer por medio de usted si su carácter es el correcto.

Si usted es un hombre de poca integridad, o de carácter dudoso, no espere que Dios se le revele demasiado, o que lo use de manera significativa en su Reino. Si es un hombre de gran carácter e integridad, sin duda ya habrá experimentado la actividad de Dios en su vida, y le sirve.

Dios es un Dios poderoso que nos escucha y nos salva. Pero nuestros pecados nos separan de El y, como consecuencia, nuestra relación con El no es lo que debería ser. Todos los pecados nos separan de Dios por igual: tanto los pecados que consisten en hacer algo malo, como los que consisten en no hacer algo bueno. La inacción y las palabras pueden ser tan destructoras como la acción y la violencia física.

Piense en los pecados que se describen en Isaías 59:4: "No hay quien clame por la justicia, ni quien juzgue por la verdad; confían en vanidad, y hablan vanidades; conciben maldades y dan a luz iniquidad".

Cuando la verdad cae víctima de la conservación de nuestra propia seguridad y comodidad, o cuando las justificaciones toman el lugar de los hechos, nos encontramos envueltos en el pecado.


Tomado de El Hombre que Dios Usa, por Henry y Tom Blackaby.

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