
El Reverendo Theodore L. Cuyler, el célebre teólogo de Brooklyn, estaba visitando al famoso predicador de Londres, el Reverendo Charles H. Spurgeon. Después de un duro día de trabajo y de discusiones serias, estos dos poderosos hombres de Dios salieron al campo juntos para un descanso. Recorrían por la campiña de muy buen humor como niños salidos de la escuela, charlando y riendo sin preocupaciones. El Dr. Cuyler contó una historia de la que Spurgeon se rió a carcajadas. Entonces, de repente se volvió hacia Cuyler y exclamó: "Theodore, vamos a arrodillarnos y demos gracias a Dios por la risa!" Y allí, en la alfombra verde de la hierba, bajo los árboles, estaban dos de los más grandes hombres del mundo arrodillados y dando gracias al amado Señor por el radiante y alegre regalo de la risa.
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