viernes, 3 de junio de 2011

Meditación: La vida en cuatro y dos ruedas


Las pretensiones e intenciones del corazón son las que nos definen. El corazón caído tiene la versátil y terrible capacidad de un “Transformer”.

Suena irreverente, incluso intrascendente, pero nuestras actitudes pecaminosas pueden ser definidas ante Dios a manera de perfil automotriz. Me explico: Podemos actuar como vehículo deportivo, de lujo, todo terreno, concho o motocicleta.

Hay quienes van de 0-100 en 4 segundos. Se puede ser deportivos, en pecados como la ira y el enojo. Reflejo evidente de lo ágil que es el corazón caído en transformar sus energías en violenta respuesta, sólo para demostrar la capacidad y fuerza de un ego que todo lo arrastra y a todo se lleva de encuentro.

Hay quienes pasan por la vida cual Rolls Royce o cual Bentley. Vanidad total y absoluta, fastuosidad pura y lujo irreverente ante un entorno que clama por ayuda en medio de la necesidad. Vanidad ensimismada a la que poco importa la condición interna, siempre que en lo externo luzca perfecto. Exclusividad de pocos que se transforma en egoísmo puro en la indiferente mirada al entorno en que se mueve.

Hay también quienes tienen la capacidad del SUV o “Todo Terreno”. Son Land Rover, Land Cruiser y Monteros del pecado, pasan de lo escabroso de las cumbres del pecado a las autopistas de la fe, sin el menor rubor y ni cuenta se dan. Corazones que cruzan por el fango del pecado y virtualmente pasan por encima de cualquiera con el terrible 4x4, de un corazón que se hunde en si mismo.

Asimismo hay quienes son reales carros de concho. Destartalados, desaliñados, irreverentes en lo prosaico de sus formas. Van ensuciando a su paso el ambiente con la ligereza de sus conversaciones y la irreverencia de sus escapes, por donde dejan caer toda la contaminación de la mentira, el chisme y la vulgaridad que sale por sus bocas. ¡Ay de quien ose enfrentarles!

Están también los Harley. La bulla es su esencia y la arrogancia su instinto. No respetan la paz de nadie con su ruido insoportable, directamente proporcional a lo inflado de su ego. Rebelde sin causa que necesita vociferar al mundo aquí estoy yo, en cualquier lugar a cualquier hora aunque no tenga nada que decir ni hacer ni aportar.

¡Ay, los “deliveries”! Saben que tienen que llegar a algún lugar y harán cuanto sea posible para llegar. Pasan por la vida subiéndose en cuanta acera moral e inmoral sea posible. Van, siempre que puedan, en contra vía y por lo regular llevan a cuesta una canasta de resentimiento basada en pecados ajenos, sin perdonar. Se escudan en su propia miseria espiritual para justificar sus formas.

Todos nosotros, en mayor o menor medida somos “transformers” espirituales luchando consciente o inconscientemente, a favor o contra la maquina de iniquidad que mueve nuestra vida.

Carburador de esperanzas y pretensiones. Generador de irreverencias lo mismo que de aleluyas y preces al Padre, nuestro corazón caído es la esencia que nos define.

La limpieza de nuestro equipamiento interno y sus repercusiones externas, depende esencialmente de aquello que colocamos dentro.

Un corazón alimentado por el pecado generará la contaminación espiritual del pecado.

Un corazón alimentado por las virtudes del único y sabio Dios, generará virtud en el medio en que transite.

El modelo perfecto, es único y sin versiones que lo adulteran en su esencia. Avanza lento pero constante. No es ostentoso. No es vanidoso. Está incapacitado para correr sobre el fango del pecado. No es 4x4, por ello no pasa por encima a nadie. Sencillo en sus formas, de su interior sólo sale virtud. Cede el paso. Se entrega en absoluto. Su vía es una sola y no tiene ruta alterna. Obra en silencio. Ama su entorno.

El modelo perfecto de hecho anda de a pie, usa sandalias. Se llama Jesús.

¿Qué modelo es tu corazón?

Karel Suazo Rancier

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